Entrada previa: Un horizonte desde el que pensar las Ciencias Sociales y Humanidades Digitales [del Sur]
Dimensiones de pensamiento y actuación crítica
El ámbito de las HD cuenta ya con una amplia tradición de pensamiento crítico. En su base se conjugan algunas problemáticas internas concernientes a la configuración política de las HD, especialmente la detección de desequilibrios de representación en todos los niveles; y la toma de conciencia de que, más allá de la construcción de repositorios-recursos digitales o de la aplicación de tecnología, es necesario recuperar uno de los valores fundamentales del pensamiento humanístico: su capacidad para elaborar un discurso crítico sobre el mundo, la cultura y el hombre. [Al respecto, recomiendo la lectura del último libro publicado por Domenico Fiormonte et al., The Digital Humanist: A Critical Inquiry, Brooklin, NY: Punctum Books, 2015].
Reorientar esta dirección crítica de las HD hacia las coordenadas que nos interesan es uno de los objetivos de #CSHDSUR. Para sistematizar esta idea de las HD como marco de reflexión crítica propongo cuatro ámbitos fundamentales de pensamiento y actuación [aunque podrían añadirse otros, o estos que indico a continuación diversificarse en muchas ramas].
1. Prácticas y culturas investigadoras
Este es el ámbito que nos confronta, directamente, con la desarticulación crítica de los sistemas académicos tradicionales, no por su condición en sí de tradicionales, sino porque representan –creemos- un obstáculo para su plena integración en las nuevas modalidades de acceso-producción-construcción-distribución de conocimiento que definen nuestro mundo. De hecho, y de acuerdo con lo expuesto anteriormente, este constituye uno de los contextos de actuación más problemáticos para el humanista digital, quien en muchos casos parece más bien un equilibrista que trata de vivir al mismo tiempo en dos mundos que se rigen por lógicas de funcionamiento distintas.
En este ámbito, la acción crítica de las HD puede/debe materializarse a partir de dos ejes fundamentales.
1a. Reformular conceptos arraigados en la tradición investigadora de las Humanidades que entran en colisión con las nuevas condiciones epistémicas de nuestra contemporaneidad. Una reformulación que debe hacerse desde sus incertidumbres, esto es, no solo como apología de la nuevo –lo que nos llevaría a un enfoque muy simplista-, sino teniendo en cuenta también sus desafíos conceptuales y metodológicos, y sus zonas de sombra. Nuevamente, podría añadir a esta exposición páginas y páginas listando cuáles son estos conceptos que reclaman una redefinición; pero, dejando la lista abierta, citaré aquí solo aquellos que –considero- necesitan de un abordaje urgente.
El concepto de autoría, referido a la singularidad de un sujeto que produce y crea, deja de ser operativo cuando hemos convenido el valor del conocimiento colaborativo y colectivo, ¿cómo determinar la autoría, por ejemplo, de un proyecto como el Bentham project basado en estrategias de crowdsourcing? O ¿cómo consignar la autoría en un proyecto digital en el que participan numerosas personas de bagajes formativos diversos, cada una aportando la pieza correspondiente para la conformación del puzle final? Es necesario, pues, elaborar un concepto más extensivo que nos permita acoger modalidades de autoría diversas, heterogéneas e incluso divergentes, lo cual se relaciona también con el concepto de autoridad, esto es, a quién le reconocemos la legitimidad en los procesos de producción de conocimiento.
Ahora bien, el reconocimiento de la autoría colectiva y colaborativa no implica la disolución sin más de las contribuciones personales en un anonimato oscuro. El reconocimiento de la aportación individual es un derecho legítimo al que no hay que renunciar; por tanto, también se hace necesario ensayar nuevos mecanismos para el reconocimiento de las autorías que nos permitan, entre otras cosas, desterrar esa idea absurda de que en los proyectos –léase publicaciones- en co-autoría un autor es más importante que otro y esta importancia se determina por el orden en el que se disponen los nombres.
El modelo del investigador individual que se enfrenta en solitario a su trabajo, lo que mi colega Murtha Baca ha denominado el «síndrome de San Agustín», representa una auténtica disfunción en el marco de los proyectos digitales que, como sabemos, solo pueden acometerse desde la colaboración e integración de saberes múltiples. Las HD llevan tiempo desarrollando infraestructuras VRE (Virtual Research Environment), contextos adaptados a la investigación colaborativa, pero el problema no es de infraestructura, es cultural, pues en el ámbito de las Humanidades carecemos de una cultura de la investigación realmente colaborativa. Por tanto, nos enfrentamos aquí a un cambio estructural que afecta, claro, a las mentalidades, pero también al diseño de las metodologías de trabajo, a los mecanismos de relación interpersonal [hay que reformular los contextos y los modos de intercambio académico-social] y a los espacios físicos donde se desarrolla ese trabajo.
La noción de área de conocimiento, esto es, la unidad que estructura el ámbito de la investigación y la docencia en España representa, bajo mi punto de vista, uno de los grandes obstáculos que están lastrando la implantación de una auténtica cultura del conocimiento inter y transdisciplinar. Si bien es verdad que el criterio de inter y transdisciplinaridad es un valor al alza en las convocatorias de proyectos de investigación, sin embargo, no existe un sistema preparado para acoger investigaciones realmente transdisciplinares. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que comisiones de evaluación que están configuradas según una determinada área de conocimiento puedan ser competentes para evaluar proyectos híbridos en los que se conjugan saberes de disciplinas diversas pertenecientes a distintas áreas? [Este problema se plantea en el Documento de recomendaciones para la evaluación y reconocimiento de la investigación llevada a cabo en el ámbito de las Humanidades Digitales elaborado por la HDH. Sugiero su consulta].
¿Qué es un «resultado de la investigación»? Esta es otra de las preguntas que debemos formularnos, pues en el ámbito de las HD no solo se producen publicaciones –como ya se ha dicho-, sino otras muchas cosas: plataformas, repositorios de datos, visualizaciones, ediciones expandidas… Es cierto que estos «productos» pueden consignarse como resultados de la investigación, pero su tipificación como tal es laxa y vaga, según se puede comprobar si echamos un vistazo a los criterios que rigen el reconocimiento de los sexenios de investigación, que solo incluye «publicaciones».
En este sentido, el concepto de «publicación», en cuanto producto esencial de la investigación académica, también necesita de una redefinición urgente. Identificamos una publicación con un texto maquetado en formato códice o dispuesto en una interfaz digital (html, pdf, etc.), pero si tenemos en cuenta que el medio digital es fundamentalmente hiper y transmedial, esa idea de publicación digital se queda algo corta. Además de construcciones textuales, las publicaciones digitales conjugan bases de datos, bancos de imágenes, sistemas de búsqueda, enlaces externos, visualizaciones de datos, visualizaciones 3D, recursos de interacción dinámica…
Creo que, a este respecto, se hace necesaria una intensa labor de pedagogía por parte de las humanistas digitales que ayude a enfocar de manera distinta algunos aspectos. Por ejemplo, es conveniente reenfocar la noción de base de datos para dejar de pensar en ella como una herramienta en la que introducimos información de manera mecánica para pasar a entenderla como el resultado de un conjunto de decisiones epistémicas que devienen de un proceso de investigación, que implican un profundo conocimiento del dominio que se está modelando, y que, como tal modelado, constituye una construcción interpretativa en sí misma del campo sobre el que se trabaja.
Finalmente, quiero mencionar como un campo de trabajo prioritario la colisión que se produce entre la apuesta decidida de las HD por el conocimiento abierto y compartido, como único mecanismo válido para que el conocimiento crezca y se expanda, y el sistema de revistas y plataformas de licencia propietaria. Este es uno de los ámbitos fundamentales en los que debe hacerse visible la actuación de las HD [véanse los trabajos de Ernesto Priego, entre otros] dado que conlleva toda una serie de problemáticas que no podemos obviar. En primer lugar, las desigualdades de acceso que se generan en función de los recursos económicos disponibles; las dinámicas de capitalización y mercantilización del conocimiento, buena parte del cual se ha producido con presupuestos públicos, que son los mismos que después se emplean para pagar las licencias que nos permiten leer esos resultados de investigación; y los riesgos de nuevos colonialismos, tanto culturales (véase el problema del predominio lingüístico del inglés), como epistémicos (elección de temas de investigación en función de las prioridades establecidas por los países que controlan dichas revistas y plataformas).
1b. El segundo eje tiene que ver con la construcción de un conocimiento digital más complejo. Este eje de actuación trata de responder a la pregunta: cómo trabajar desde el paradigma digital conceptos clave del conocimiento humanístico como la ambigüedad o la incertidumbre; ¿cómo hacer converger, por ejemplo, las metodologías cuantitativas del paradigma computacional con ese gradiente de indeterminación abierta que forma parte del conocimiento humanístico? Tomemos como ejemplo un timeline tradicional. El timeline hipostasia una visión lineal y continua del tiempo, en el que los hechos se suceden uno detrás de otro o sincrónicamente en un mismo eje temporal, pero nosotros sabemos que el tiempo es también subjetivo, heterogéneo (no se percibe igual en un lugar que en otro), que tiene interrupciones y discontinuidades, y desde Einstein también sabemos que es elástico y flexible, ¿cómo utilizar, entonces, la tecnología computacional y el medio digital para materializar ese concepto más complejo y diverso del tiempo? [Véanse otras sugerencias en este post de Miriam Posner].
2. Problemáticas político-culturales
En este ámbito, propongo tres líneas básicas de actuación.
2.1. Indagar en las desigualdades y desequilibrios que trae consigo la sociedad digital, así como en las nuevas periferias, exclusiones y marginalidades, tanto a gran escala (por ejemplo, las que se relacionan con el eje Norte-Sur) como a pequeña escala (las que tienen lugar en nuestro entorno local).
Recordemos, citando a Juan Martín Prada (Prácticas artísticas e Internet en la época de las redes sociales, Madrid: Akal, 2012) , que aquella sociedad red definida hace tiempo por Manuel Castell ha dado paso a un «sistema red» que inscribe en nuestro mundo contemporáneo nuevos regímenes de inclusión y exclusión.
El proyecto Minimal Computing liderado por Alex Gil es una de las iniciativas que puede ejemplificar muy bien este tipo de actuaciones. Minimal Computing es un compromiso con la computación y con las HD que se llevan a cabo bajo determinadas constricciones de hardware, software, educación, capacidades de red, acceso digital, distribución eléctrica, etc. Minimal Computing se relaciona, pues, con problemáticas de justicia social al buscar un reequilibrio que nos haga a todos actores competentes, en igualdad de condiciones, en el desarrollo y transformación de nuestra sociedad; pero también implica problemáticas relacionadas con el gasto y el consumo, con el mantenimiento y el reciclaje, con la basura electrónica y el deterioro medioambiental.
Minimal Computing nos permite, a su vez, establecer una distinción importante entre este tipo de proyectos y la «filantropía electrónica» de la que hacen gala algunos actores relevantes de la industria digital, convirtiendo el factor acceso en el «principio» de la igualdad y el reequilibrio. Desengañémonos, el problema de la brecha digital (digital divide) no reside en las condiciones del acceso, sino en el control de los medios y sistemas de producción/distribución, y en su monopolio. De nada sirve conseguir un acceso global a Internet si es necesario comprar los materiales a terceros países, pagar el conocimiento, utilizar las plataformas propietarias, consumir sus contenidos digitales, etc. El acceso no garantiza el reequilibrio territorial y social; por el contrario, mal gestionado, puede convertirse en un factor que contribuya a perpetuar la dependencia de unos países respecto de otros.
2.2. Por eso, el segundo eje que considero imprescindible abordar está presidido por esta pregunta: ¿quién detenta el control de los sistemas y medios de producción/distribución?, que es también la pregunta sobre cuáles son las nuevas estructuras y formas del poder, y cuáles son los nuevos actores en la vehiculación de los discursos legitimadores. Por supuesto, los primeros que se nos vienen a la mente son los oligopolios del software.
De hecho, Google representa, para mí, el mejor ejemplo no solo de un monopolio cultural explícitamente anunciado en su proyecto Google Art Project (convertirse en la puerta global de acceso a todos los museos del mundo), sino el ejemplo de cómo un actor tecnológico acaba convirtiéndose en una institución de legitimación cultural sin cuestionamientos.
Pero no solo los oligopolios del software deben ser escrutados. Otras instancias, en sí mismas loables en sus fines y objetivos, como es el caso de Europeana -proyecto estrella de la Unión Europea que aspira a procurar un acceso exhaustivo a nuestro patrimonio cultural-, tiene también espacios de sombra que deben someterse a análisis. Al respecto y en relación con otras infraestructuras tecnológicas, recomiendo la lectura de este artículo de Amelia Sanz (Universidad Complutense de Madrid).
2.3. El tercer eje tiene que ver con la indagación sobre los problemas culturales que afectan a nuestra contemporaneidad, como la identidad, la raza, la condición sexual, el poder, la dialéctica global/local… los cuales pueden encontrar en las condiciones de lo computacional y lo digital un escenario inmejorable para su análisis. Así lo muestran, por ejemplo, las iniciativas emprendidas desde las Humanidades Digitales Postcoloniales, que buscan bien la desarticulación de determinadas construcciones culturales (véase, por ejemplo, el interesante proyecto Invisible Australians, en el que se revela la cara real del australiano blanco frente al imaginario cultural que lo identifica con el anglosajón occidental); bien el desvelamiento de algunas de las prácticas coloniales que modelan nuestra contemporaneidad.
3. Transformación e innovación social
El giro hacia lo social que estamos experimentando en todos los ámbitos –político, económico, cultural, etc.-, y que constituye ya uno de los signos distintivos de nuestra contemporaneidad, también se deja sentir en el ámbito de las HD con iniciativas y proyectos que utilizan lo digital y lo computacional como agentes para propiciar procesos de transformación e innovación social. De hecho, es difícil establecer una distinción neta con las iniciativas que he citado más arriba en la medida en que estas también buscan incidir desde diversas perspectivas en el conjunto social y su comprensión del mundo.
Por eso, en esta tercera dimensión de acción crítica quiero recuperar una serie de proyectos previos, desarrollados al margen del ámbito académico de las HD, que se nos presentan como modelos a seguir en ese objetivo de hacer del conocimiento motor de transformación y progreso social, garante para la consecución de un mundo más justo, diverso y sostenible. En este sentido, recomiendo revisar, entre otros, los proyectos From the Center, Map Kibera y El Cabanyal, proyectos en los que una colectividad de individualidades (mujeres encarceladas), una comunidad territorial (Kibera) y un espacio de memoria y vivencia patrimonial (El Cabanyal) se reconstruyen, visibilizan y reivindican en un contexto híbrido en el que la socialización de la tecnología asume un papel esencial, y en el que la comunidad social es la que toma las riendas de su propio proceso de transformación.
4. Nuevas pedagogías
La exploración e instauración de nuevas pedagogías es, casi, conclusión lógica de lo que hemos estado diciendo hasta ahora. Los procesos de transformación solo pueden emerger de reformas profundas en los sistemas educativos. Pero entiéndase bien, cuando hablamos de instaurar nuevas pedagogías no nos estamos refiriendo a aplicar TIC en el aula; o a enseñar a nuestros estudiantes cómo utilizar las TIC; ni a un rediseño curricular para la introducción de algunas asignaturas de corte tecnológico, sino a una transformación radical de las estructuras convencionales de aprendizaje. Afirmaba Paulo Freire en los años sesenta que «enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su producción o su construcción» (Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa, México, Buenos Aires, Madrid: Siglo XXI Editores, 1997 [1966]). Por tanto, nuestra responsabilidad es crear esos contextos donde la producción y construcción de conocimiento sea posible de acuerdo con las condiciones de nuestra contemporaneidad. Esto quiere decir favorecer nociones como innovación, experimentación, creatividad, transdisciplinariedad, colaboración, hibridación de saberes y espacios de aprendizaje, contextos modelados en el horizonte de la tradición pragmática, eliminación de fronteras entre investigación y formación, etc.
Pero esta transformación no puede emerger de la sola aplicación de soluciones tecnológicas, como distribuir portátiles entre los alumnos de primaria o secundaria (con el consiguiente alborozo de las empresas proveedoras); obligar al uso de los campus virtuales en las universidades; incrementar la velocidad de conexión o multiplicar el número de aulas informáticas.
Porque la tecnología, por sí misma, no transforma nada: son la cultura y la sociedad, los hombres en definitiva, los que transforman el mundo y la realidad a partir de la apropiación y el uso que se hace de ella. Por tanto, de lo que se trata es de evertir el problema: el desafío no reside en dotar a los ciudadanos del siglo XXI de un sinfín de destrezas tecnológicas, sino de darles la educación adecuada para que puedan convertirse en actores críticos y competentes en la noble tarea de conseguir un mundo mejor en una sociedad hipertecnologizada y físico-digital.
Esta perspectiva, lógicamente, implica una reflexión profunda sobre el papel de la educación en nuestra sociedad y la finalidad del aprendizaje; requiere que nos preguntemos ¿por qué y para qué aprendemos lo que aprendemos? [Sobre esta cuestión, recomiendo esta interesante reflexión de Paola Ricaurte]. Si tenemos en cuenta que nuestro país no ha sido capaz en cuarenta años de alcanzar un consenso de estado en materia de educación, el horizonte se presenta oscuro si aguardamos a que esta reflexión se produzca en el marco de las instancias institucionales. La buena noticia es que no tenemos que esperar a que ello acontezca: cada uno, desde su espacio de acción, puede llevar a cabo –como muchos hacen ya- iniciativas más o menos radicales –solo posibles fuera del sistema académico actual-, más o menos transicionales, que nos permitan caminar hacia un nuevo horizonte.
Seamos humedad, como nos dijo Antonio Rodríguez de las Heras en el primer encuentro de Ciencias Sociales y Humanidades Digitales que tuvo lugar en Granada en diciembre de 2013, esa humedad invisible que silenciosamente va carcomiendo los muros y las murallas hasta que un día, sin previo aviso, acaban derrumbándose a la vista de todos.
Para finalizar, volvamos a la pregunta inicial: ¿qué son las HD? Espero que ahora tengamos un poco más claro que las HD solo pueden entenderse desde la simbiosis de sus dos términos; es decir, debemos reflexionar sobre el modo en que las condiciones de lo digital afectan al ámbito de las Humanidades, su ejercicio, naturaleza, objetivos y lugar en la sociedad; pero también debemos preguntarnos de qué manera las Humanidades, con su larga tradición de pensamiento crítico y hermenéutica interpretativa, pueden contribuir a que comprendamos de una manera más profunda y compleja la construcción tecnológica y digital de nuestro mundo.
Cita recomendada: Rodríguez Ortega, Nuria, «Las Humanidades Digitales: un marco de reflexión crítica sobre la cultura (II)», Dixit. Blog de ReArte.Dix (Red Internacional de Estudios Digitales sobre la Cultura Artística), 11 de marzo de 2016, disponible en: https://dixit.iarthislab.eu/las-humanidades-digitales-un-marco-de-reflexion-critica-sobre-la-cultura-ii-cshdsur/
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