“Un mundo cuyo pasado ha quedado (por definición) anticuado y cuyo presente fabrica con todas sus fuerzas antigüedades instantáneas, atrae a los guardas, los descifradores y los coleccionistas”
Susan Sontang, Bajo el signo de Saturno. Barcelona, Edhasa, 1987
En 2004, O’really acuñó el término Web 2.0 para referirse a una serie de aplicaciones de Internet en las que los usuarios tomaban el control de la creación de contenidos. Pronto comenzaría a emplearse el vocablo 2.0 en muchos campos, y el museo no fue una excepción.
A pesar del tiempo transcurrido y de los avances tecnológicos realizados en la última década, aquel concepto sigue conservando su vigencia enriqueciéndose con los matices que le aporta la web semántica. El llamado museo 2.0 es una de las manifestaciones del procomún digital que propone un nuevo modelo basado en la información libre y compartida, licencias solidarias y un trabajo colaborativo. Internet y las herramientas 2.0 incrementan el potencial cívico y la circulación de contenidos. Su uso y reproducción en un espacio virtual de cooperación conduce a la cocreación de un patrimonio cultural común ajeno a los monopolios de la propiedad intelectual.El procomún [1] es un término arcaico recuperado para nuevos usos que cobró vitalidad ante la privatización de bienes comunes en nombre del interés público. Así ocurrió con las patentes de genes, semillas o parcelas de la atmósfera: basta recordar la compra de cuotas de contaminación de los países industrializados a los países menos desarrollados. En Internet son los grandes oligopolios de la industria cultural, a través de las leyes de propiedad intelectual, los que restringen ese acceso al conocimiento. Para contrarrestar esto, surgieron los movimientos Open [2] capaces de garantizar la innovación desde la creación, la distribución y un acceso equitativo al conocimiento. Su desarrollo se ha visto favorecido por la práctica de producción entre iguales y la creación de unas herramientas jurídicas y tecnológicas efectivas. [3] Kelty ya apuntó con gran agudeza las líneas fundamentales para comprender las relaciones de dichos movimientos con el procomún: “entender el software libre es el mejor modo de comprender muchas transformaciones polémicas vinculadas a internet, el procomún, al software y a las redes.”[3] Se trata, en definitiva, de un concepto cargado de connotaciones éticas para una época convulsa e intensa, fluida y cambiante.
El museo en línea – donde los trabajos culturales y el género de conocimiento son diferentes del soporte físico facilitando su transformación, proliferación y difusión- participa de algunas de sus manifestaciones más importantes, aunque no siempre sea consciente de ello. Los movimientos Open impregnan a las instituciones de sus comportamientos, expresiones y actitudes, calando en algunas de las entidades museísticas más influyentes, pero alcanzando todavía una expresión más profunda y perdurable en las comunidades que, en última instancia, entienden el conocimiento desde la accesibilidad universal. En el movimiento del Software Libre impera la libre circulación de ideas en comunidad. El software distribuido bajo esta licencia es accesible para todo aquel que quiera utilizarlo, cambiarlo y redistribuirlo. Los creadores de estos productos comparten sus innovaciones y códigos e intercambian sus experiencias prácticas, lo que genera un producto gratis y flexible, de gran calidad, alta usabilidad y en constante actualización. En los museos se usan estas aplicaciones para bases de datos, exposiciones en línea, juegos y colecciones de metadatos (Omeka, Specify 6, Openexhibits, Si-scrape). El pensamiento de la Cultura Libre defiende la habilidad de todas las personas para participar activamente en la cultura. El nuevo ecosistema digital es un poderoso medio para intercambiar información y generar redes dinámicas organizadas. Un buen uso de estos tejidos favorece los procesos de apropiación social del patrimonio. Flickr The Commons, GLAM Wiki, Etiquetado social, Blogs, Redes sociales o el Podcasting son solo algunas de sus expresiones, que se reinventan día a día con acciones como la co-financiación y el co-comisariado. Como decían Carreras Monfort y Bascones [4], un grupo de gente conectada se convierte en una gran fuerza gracias al hecho de que la web 2.0 relaciona lo económico, lo afectivo, lo social y lo cultural. Quizá por ello, exista un nuevo canal de comunicación entre museos y comunidad, caracterizado por acciones que normalmente giran alrededor del objeto, pero poco en torno a los valores y prácticas culturales de las sociedades con las que nos relacionamos. La profundización en esta faceta del conocimiento comienza a despuntar en otro de los movimientos Open más extendidos, el Acceso al Conocimiento. Dicha corriente intenta mejorar la equidad social eliminando las barreras de acceso al conocimiento. Se aumenta con ello el bienestar social y se ensancha el rango de actores que pueden contribuir a su desarrollo, particularmente con publicaciones libres, bases de datos abiertas y material educativo que ayudan a desarrollar nuestra identidad y encontrar nuestro lugar en el seno de la comunidad mundial.
La demanda de aprendizaje colectivo en construcción permanente requiere un compromiso social a largo plazo que asegure su sostenibilidad. El museo puede desempeñar un papel muy importante, no solo en lo que respecta a las actividades educativas de escolares, sino también en la formación de adultos. La educación, puesta al servicio del objetivo común perseguido por el museo y la comunidad- el acceso al conocimiento-, ha de satisfacer ciertas necesidades humanas como la información, el conocimiento y la experiencia, contando para ello con una gran variedad de medios capaces de educar en los valores de las humanidades y las ciencias. [5]
Ninguna otra época ha ofrecido tantos recursos y tan diferentes entre sí. El acceso generalizado a estos materiales tiene un marcado impacto en nuestra relación con el museo. Como ya señalaron Harris y Zucker [6] ese aperturismo significa:
- Facilitar la descarga de contenido y animar a su uso y remezcla
- Permitir la fotografía sin flash
- Permitir los usos de contenidos sin fines lucrativos
- Crear hipervínculos a recursos externos de calidad
- Publicar, según las narrativas culturales actuales (proyectos interdisciplinares)
- Alentar el uso de licencias abiertas
- Animar a la creación de contenido de calidad que aumenten los recursos comunes.
Las TIC han traído nuevas filosofías, nuevas formas de entender y asimilar la cultura y, sobre todo, una necesidad de apropiación del patrimonio como fuente de conocimiento, conciliación e identidad. Esta experiencia digital se ha vuelto ubicua gracias a la proliferación de los dispositivos móviles y las distintas APPs. Con ello no sólo se fomenta una estética cosmopolita. Además, actúa como un recurso de cohesión social donde los bienes culturales facilitan nuestro propio reconocimiento, nuestra forma de ser y estar en el mundo. El conocimiento está en la esfera de lo público y es un instrumento crítico en el proceso de construcción de la comunidad. Su trasmisión y su disponibilidad en abierto contribuyen a la construcción de una sociedad más justa, pero no están exentos de consecuencias. Por una parte, corremos el riesgo de excluir gran parte de ese patrimonio del imaginario colectivo debido a que las digitalizaciones son selectivas. En segundo lugar, también podemos excluir a gran parte de la humanidad de su disfrute debido a barreras tecnológicas, educativas y legales adoptadas. Además, se incrementa notablemente el material nuevo que, se ha de clasificar y conservar adecuadamente. Si bien el etiquetado social puede hacernos partícipes de la primera de estas funciones, los profesionales de museos también han de adaptarse a la nueva realidad sumando a sus funciones, la de editor de contenidos y enfrentando la conservación de un nuevo patrimonio digital en constante evolución.
La práctica institucional de hoy ha de reflejar el futuro deseado del museo como proyecto cultural colectivo capaz de mantener viva la reflexión y el diálogo en torno a nuestras inquietudes como especie, porque el museo forma parte de la cultura que moldeará a las comunidades que vienen.
Notas
[1] El procomún hace referencia a recursos compartidos –sociales o naturales- por un colectivo, sea éste una familia, una comunidad o la humanidad en su conjunto. Pero el concepto es un poco más complejo, pues en él también se incluye a una comunidad capaz de mantener esos bienes gracias a la colaboración y unos sistemas de autogestión que promueven su conservación para las generaciones futuras a pesar de los dilemas que lo amenazan (contaminación, escasez…). El procomún es un arma retórica dentro de los movimientos Open, cuyo potencial radica en el civismo.
[2] A. Ariño Villaroya: El movimiento Open, Universidad de Valencia, 2009
[3] Cuando hablamos de herramientas jurídicas, nos referimos a las licencias copyleft, y cuando lo hacemos sobre las tecnológicas, aludimos al software de código abierto y al software libre.
[3] C.M. Kelty: Two bits. The cultural significance of the Free Culture, Duke University Press, 2008
[4] C. Carreras Monfort y P. Bascones: “Unas breves consideraciones sobre los museos ante el reto digital”, Cibersociedad.net, 2009.
[5] The Learning Museum
[5] B. Harris y S. Zucker: “The humanities crisis- are museums and higher education doing all they can”, E-Literate, 2013.
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